Mindfulness
Atención plena – Responder en vez de reaccionar
Poner atención en el presente nos permite responder saludablemente a los retos de la vida y al estrés, en vez de dejar que el cuerpo tenga que espabilarse solo para superar los problemas. Pero no es tarea fácil abandonar las reacciones automáticas que nos han permitido sobrevivir durante toda la vida, aunque reconozcamos que estas reacciones han sido a
menudo limitadoras y destructivas. Cualquier reacción utilizada hasta ahora para escapar de las dificultades ha sido de supervivencia. Vamos a ver durante este tema cómo, poniendo atención en el presente, reconocemos pautas habituales, emociones y reacciones que podrían ser gestionadas más saludablemente. Con esta información y sin desistir en la práctica, estaremos un poquito más cerca del bienestar y de una vida larga y con salud.
El estrés y la ansiedad son mucho más habituales de lo que nos podemos imaginar. A pesar de que están provocados por el dolor, la enfermedad, las dificultades de la vida o una combinación de diferentes factores, vivimos en una cultura que no habla sobre el sufrimiento. Lo que hace nuestra cultura es quejarse, que es muy distinto. Nos quejamos constantemente de lo que nos rodea, de los políticos, de los vecinos, de la
pareja, del sueldo, de los alumnos, de los compañeros, de la dirección del centro, de la cantidad de trabajo que nos han puesto, de los impuestos, de los maestros de nuestros hijos, del caradura de familiar, de la economía del país, de los precios que han subido…nos quejamos infinitamente. Y no nos damos cuenta de que cada una de estas quejas viene acompañada de estrés, de malestar, de ansiedad, de dudas, de miedo hacia el futuro, de preocupación. Pero de esto no nos damos cuenta.
Ignoramos que detrás de estas quejas hay realidades de nosotros mismos que desconocemos. Notamos algo que nos altera (miedo, duda, preocupación…) pero miramos hacia otro lado, deseando que, cuando volvamos a mirar, lo que había haya desaparecido. Pero, por desgracia, no es así. Lo que sentíamos y no queríamos ver de nosotros mismos sigue allí, doliendo y empujándonos hacia las reacciones de siempre para superarlo: agresividad hacia los demás, mal humor, desprecio hacia el que no se lo
merece, abuso de alcohol y de drogas, dependencia de las redes sociales, del trabajo, de los videojuegos, de la información, de la televisión, del deporte, del riesgo, de las compras, de la limpieza, de la actividad o de la comida. Una tras otra, formas de huir de la realidad que nos duele o que no nos gusta, formas de desconexión de uno mismo, esperando falsamente que esto nos dé paz, relax, descanso, fuerza, calma, bienestar o felicidad. Y esto se acaba y queremos más de lo mismo, porque no nos ha dado lo que
soñábamos y el cerebro, iluso y engañado, pide más. Quizás estamos buscando lo que nos llene y deje satisfechos en el lugar equivocado…
El mindfulness nos invita a tomar las riendas de nuestra vida observando el presente momento a momento, explorando atentamente lo que nos provoca el estrés y la ansiedad. Solamente si miramos hacia lo que nos duele seremos dueños de lo que sentimos y así podremos salir de la ruedecilla del hámster y enfocar constructivamente la respuesta. Con este primer paso, avanzaremos seguros y sólidos hacia la mejora.
Nos tenemos que PARAR y OBSERVAR. Sin pausa y sin observación no puede haber mejora.
A continuación, vamos a exponer ciertos hábitos que intensifican el estrés y el sufrimiento. De esta forma nos será más fácil reconocerlos a partir de ahora cuando aparezcan como reacción automática, y podremos evitarlos. Al principio reconoceremos estas trampas de la mente después de haber caído en ellas pero acabaremos por verlas venir cuando se acerquen y las evitaremos.
1) Conversaciones negativas con nosotros mismos
Estamos constantemente hablando con nosotros mismos. Cada uno de nosotros tiene un estilo automático de pensar e interpretar lo que nos pasa. Lamentablemente, este monólogo muy a menudo es negativo. ¡Somos tan y tan duros con nosotros mismos! La verdad es que no aceptaríamos que NADIE nos hablara tan cruelmente como nos hablamos a nosotros mismos. Hacer una pausa y darnos cuenta de lo que nos estamos diciendo nos permitirá frenar la cascada negativa debajo de la cual nos ponemos
habitualmente.
2) El perfeccionismo
Es la receta perfecta para intensificar el estrés, porque nos obliga a estar en guardia permanente y esto nos agota.
3) El catastrofismo
Se trata de un estilo de pensamiento que amplifica la ansiedad. Nos imaginamos el peor escenario posible y el final más horrible de cada situación que nos preocupa.
4) Exagerar lo negativo y descartar lo positivo
Son dos pautas asociadas. No ponemos atención a las experiencias y estados de ánimo positivos y solo nos centramos en lo negativo -debemos decir en este caso que estamos biológicamente preparados para buscar primero a nuestro alrededor lo que nos podría suponer una amenaza para la vida, los peligros, y no lo que no nos amenaza de muerte, pero cuando funcionamos solo en modo negativo estamos consiguiendo lo contrario, hundirnos en el estrés y en la angustia, que nos acabaran haciendo enfermar-.
5) Leer la mente
Esta pauta se basa en el convencimiento de que sabemos perfectamente lo que los demás están pensando de nosotros. Y acostumbramos a dar por supuesto que lo que piensan y opinan es negativo. Esto intensifica nuestra sensación de angustia y estrés.
6) La culpa
Tanto si hacemos a los demás culpables de nuestro sufrimiento como si nos hacemos a nosotros mismos culpables del sufrimiento de los demás.
7) El «yo debería»
Y finalmente, la trampa de la mente que produce más estrés, ansiedad y que nos hace recurrir a las reacciones automáticas limitadoras con más regularidad: el «yo debería». En mil distintas formas «debería haber hecho…» «debería hacer…» «debería haber pensado…» «debería ser capaz de parar/hacer/decidir/acabar/luchar/vivir…» Un pensamiento tras otro que nos alejan del presente, de lo que es real, de lo que tenemos, para crearnos tensión y torturándonos con lo que «deberíamos…». Y la solución a esta
trampa no es, por supuesto, dejar de ponernos metas y retos, conformarnos con lo que tenemos y rendirnos. La solución es enfocar con calma los cambios que queremos realizar y que el camino hacia el objetivo no sea de angustia, agobio y culpabilidad por no haber llegado todavía, sino de serenidad y seguridad por estar dando los pasos correctos -a pesar de las piedras, las tormentas y los surcos que vamos encontrando-.
El mindfulness nos ofrece la posibilidad de PARAR, observar el presente con curiosidad y sin juicio, hacer una interpretación alternativa de lo que nos rodea y responder a una situación conocida de manera nueva y saludable.
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