¿Amores para toda la vida?

Las visiones más románticas dicen que sí y las más prácticas dicen que no, pero ¿qué dice la ciencia?

Un estudio norteamericano comparó los cerebros de parejas que llevaban más de veinte años juntos con parejas que se acababan de enamorar. El objetivo era descubrir, entre otras cosas, si, ante imágenes de sus respectivas parejas, emitían la misma cantidad de dopamina.

También les hicieron cuestionarios para medir pasión, obsesión, cercanía, amistad, frecuencia sexual, etc. y buscaban que las parejas enamoradas, además de mostrar esa actividad cerebral propia del amor, también refirieran tener un profundo deseo de estar juntos, una tensión muy focalizada en la pareja, sentirse energéticos al estar con la pareja, motivados por hacer cosas que hicieran a su pareja feliz, atracción sexual y pensamientos hacia la pareja cuando no estuviera presente. Estos son los indicadores del amor profundo según el estudio.

La buena noticia es que sí había parejas que llevaban más de veinte años juntos y aún presentaban patrones neuronales de amor profundo. La mala noticia es que eran una de cada diez, por lo tanto no es frecuente que ocurra. El resto de las parejas, si bien habían permanecido unidas por largo tiempo, no lo hicieron ni por amor ni por estar enamorados. lo hicieron por la interdependencia que se crea, por los hijos, por lo caro y difícil que es separarse, por miedo a no encontrar nada mejor. Estas parejas, si se les preguntaba, decían amarse, pero sus cerebros no decían lo mismo, era más bien algo de lo que querían convencerse.

El amor duradero tiene una serie de características concretas. Para empezar, tiene que ser recíproco, porque si uno está prendido y el otro más apagado que una bombilla fundida, la relación no funciona. En las personas que seguían enamoradas después de veinte años, había tres diferencias neurológicas básicas. En primer lugar, hay una mayor actividad en las áreas que reconocen la belleza visual, es decir, sus parejas les seguían gustando. En segundo lugar, hay menor actividad en los centros del placer relacionados con adicciones y búsqueda de recompensa, son personas más propensas a la satisfacción y a la saciedad, que a andar buscando aventuras rápidas e intensas. Y en tercer lugar, hay menor actividad en áreas cerebrales que involucran críticas y juicios, son personas más flexibles y objetivas, menos suspicaces, menos posesivas y menos celosas.

Por otro lado, estas personas consideran que su relación es especial y lo hacen como un acto de fe, tienen esa certeza de manera intuitiva.

Estas parejas, además, no practican la huida ni el ataque, sino el acompañamiento. Y aceptan sus diferencias, porque tienen ciertas habilidades sociales, como la asertividad y la autovalidación.

A este punto, vale la pena reflexionar sobre la voluntad, la disposición y las creencias que tenemos, porque existe lo que se llama la profecía autocumplida. Si tú crees que el amor puede durar para siempre, es más probable que hagas más cosas para que el amor permanezca, que si crees que el amor no puede durar para siempre. Si crees que no, inconscientemente no inviertes en ese amor. En nuestras manos está el poder hacer cosas para que el amor pueda ir fluyendo y no dejar todo en las manos del destino, sino hacernos responsables de ello.

Y finalmente, hay que recordar que la mayoría de los problemas de pareja no son de pareja, sino que son individuales, la desconfianza que uno lleva, los celos, la infidelidad, la ira, la impulsividad, la insatisfacción… Hay que hacerse responsable y tomar las riendas de nuestra vida antes de comprometernos.

Y tú, ¿crees en el amor para toda la vida?

Extraído del podcast de Martha Debayle y Mario Guerra «Amores para siempre»: