Regulación emocional
Cómo convivir con una persona tóxica sin morir en el intento
Primera puntualización, ¿quién decide quién es tóxico y quién no lo es? Si partes de la premisa de que tú eres el sano y los demás son los tóxicos, no sería muy realista. La verdad es que nadie es tóxico de por sí, sino que de vez en cuando todos tenemos conductas tóxicas; sí, no se libra ni uno. Un ejemplo típico, la amiga que te dice «Qué bien te queda ese vestido… incluso te disimula los michelines»-Mmmm, ¿perdona?-, quizás ni si quiera quería llamarte gorda, pero le ha salido natural. A lo mejor, alguna vez te ha pasado que le has dicho a alguien «¿Estás embarazada?» y la respuesta ha sido negativa-Mmmm, tierra trágame.
Este tipo de comentarios de la vida cotidiana, suelen venir de lo que denominamos personas tóxicas o vampiros emocionales. Luego también están los descarados, que son los que van a piñón a ver por donde pueden golpear los ánimos de la gente… pero, me ha dicho un pajarito, que estos últimos tienen una autoestima algo baja y los pobres se dejan llevar por sus propios complejos.
En fin, todo esto para decirte que, que una persona te parezca tóxica o no, depende de tu reacción ante ella y no tanto de lo que ella venga a decirte para hacerte sentir mal. Sobre todo, porque a veces no lo hacen a posta, porque a veces tú también tienes conductas tóxicas y porque excluir es algo muy contraproducente, no hay más que ver ejemplos a nivel político y social… Además, a lo mejor esa persona que te parece tóxica forma parte de tu familia o te la encuentras cada día en el trabajo o es el panadero. Total, que hay que convivir con ello. Tenemos dos opciones: alejarnos de esas personas que nos hacen sentir mal o regular nuestras emociones para que no nos afecten tanto sus acciones o palabras y podamos reafirmarnos y sentirnos bien ante ellas.
Hay muchas estrategias: +compasión, +perdón, +asertividad, +empatía, +respeto, +humanidad, etc.
Lo que está claro es que hay que poner remedio, porque como afirma Daniel Goleman en su libro Inteligencia social, abalado por la Neurociencia, nuestros intercambios diarios con las personas de nuestro entorno moldean la estructura física de nuestro cerebro, lo que nos causa un impacto biológico real, ya que segregamos hormonas que afectan a nuestros órganos vitales. Por ejemplo, si estamos llenos de gozo y satisfacción, será la oxitocina la que circule y proteja nuestro sistema inmunológico. En cambio, si lo que estamos es llenos de frustración, miedo, amargura, etc. será el cortisol (hormona del distrés) lo que genere nuestro cuerpo y eso es nocivo para nuestro sistema inmunológico. Lo explica muy bien Mario Alonso Puig en este vídeo, no te lo pierdas.
Entonces, vamos a ver qué podemos hacer para neutralizar la «rabiactividad» que nos envuelve.
1. Afronta lo incómodo e interésate por ti.
Observa lo que pasa en tu interior cuando te llega un comentario o acción tóxica, pregúntate qué podrías hacer para canalizarlo. Descubre qué es lo que te molesta. Las personas nos hacen de espejo. Quizás hay algo que tienes que cuidar más en tu interior.
Interésate por conocerte mejor. Estamos acostumbrados a delegar: nuestra salud física a los médicos, nuestra salud mental a psicólogos y psiquiatras, la educación de los hijos a los maestros y profesores, los problemas de pareja al sexólogo… Como dice en tono de broma el psicólogo clínico Fidel Delgado: «Interésate por tu vida, a ver si yo, por interesarme por ti, voy a aprender un mogollón y tú te mueres tonto». Eso sí, si después de mirar dentro de ti, descubres que no tienes recursos suficientes para afrontarlo solo, confía en un buen profesional, porque a veces es la única manera para conseguir la lucidez, para eso están los psicólogos y psiquiatras.
2. Concéntrate en comprender al otro y cambiar tu punto de vista.
Como dijo Alfred Korbzybski, «El mapa no es el territorio». La realidad no la conoce nadie, todos usamos un mapa que hemos confeccionado a través de diferentes filtros: conocimientos, capacidades, experiencias, creencias, valores, identidad… por lo tanto, no está de más, intentar comprender la perspectiva del otro. Ese es el primer paso hacia la aceptación, luego vienen el perdón y la compasión. Tres óptimos ingredientes para cultivar la empatía.
3. No pretendas cambiar a otros, cambia tú directamente.
No estoy hablando de no expresar tu opinión, eso es totalmente válido, basta que lo hagas con respeto y asertividad. Pero no insistas en hacer que los demás entiendan algo que tú has comprendido. Si intentas cambiar a alguien te encontrarás con su resistencia. Es mejor acompañar con +ternura y +paciencia, que deslumbrar y no sacar nada en claro. Recuerda que el ejemplo que puedes dar con tu comportamiento es el mejor regalo.
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